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Hugo, el aprendiz de nigromante

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Mensaje  Hades Miér Mar 05, 2008 1:16 pm

Una noche más, sudoroso y frío, con los ojos abiertos como si le fueran a estallar en una orgía de sangre y dolor, Hugo volvía despertarse. Su mente no hacia mas que granjearle pesadillas horrendas, sobre seres deformes que se abalanzaban sobre el, criaturas sin forma que rodeaban su cuerpo, y limos que susurraban su nombre sin parar, como una taladradora que orada las paredes.
Con un acto reflejo miro al otro lado de la cama, pero enseguida se percató de que estaba solo, ¿a quien se esperaba encontrar?. Acto seguido se sentó en la cama y se calzó sus zapatillas para no pisar el frío suelo, abrió la puerta de la habitación y antes de salir al pasillo encendió la luz asomando un brazo hacia la llave, después asomo la cabeza y se cercioro de que no había nadie en el corredor, entonces ya mas tranquilo y con la seguridad que le daba la luz y el saberse solo en casa se dirigió a la cocina para cocerse una infusión que le dejara dormir, mañana tenia un duro y largo día por delante. Empezó a pensar que podría ser la causa de aquellas pesadillas, de aquella desazón que le atormentaba ya durante una semana, y su mente voló sin darse cuenta a los pasillos mas oscuros y recónditos, allí donde la mente solo va de manera inconsciente cuando se buscan respuestas que aparentemente no están al alcance consciente de uno mismo, y se sorprendió de el fogonazo que supuso ese devaneo:
-Lo que tienes entre manos no es un juego, no es para niños cobardes ni mucho menos mojigatos, no es para gente impresionable-
Sus manos se pararon en seco mientras sostenía la pequeña cacerola donde había dispuesto un poco de agua para llevarla hasta el fuego, la otra mano se apoyo en la encimera con gesto pesado, cansado y con cierto desdén, mientras en su cara se volvía a dibujar la misma estampa que al despertar, con los ojos abiertos. Ahora se acordó del por qué, ahora sabia cual era la causa de todas aquellas pesadillas; algo había echo mal, algo se le escapo en el ultimo momento, algo no pudo controlar, alguna palabra esta mal dicha, algún ensalmo no era el correcto, y el horror ya se cernía sobre el, entonces recordó las palabras de su maestro:
-Irán a por ti, no te dejaran tranquilo, jugarán contigo, les encanta ver sufrir a la gente que osa intentar sacar algún beneficio de ellos, no te atacaran, tan solo disfrutaran con tu merma mental hasta que ya no puedas mas y tu solo acabes con tu sufrimiento, y créeme Hugo, desearás que sea así, por que si acabas recluido en alguna institución, jugarán con tu alma hasta el fin de tus días mientras te consumes en una celda arrepintiéndote de tus actos.
Malditos, mil veces malditos, -no invoques nada que no puedas controlar-, esas fueron las ultimas palabras de su maestro antes de morir entre sus propias heces, ¿acaso pensabas que tu si obtendrías lo que buscas?, esas palabras martillearon sus sienes, dejo caer el pequeño cazo al suelo y apoyándose sobre la pared dio media vuelta, ¿Quién a hablado?, ¿Quién esta aquí?, -dime pequeño mortal, ¿Por qué crees que tu obtendrías aquello que muchos han buscado y no han hallado?-. En es mismo instante una brisa helada recorrió su cuerpo desde los pies a la cabeza erizándole el bello del cuerpo, todo su ser se agarroto como presa de un rigor mortis, incapaz de moverse y casi ni de respirar.
Noto como esa brisa entraba por uno de sus oídos, pasaba por su cerebro y salía por el oído contrario, y mientras en su cerebro no dejaba de escuchar aquellas palabras, en tono dulce pero firme, irónico pero suave, inquisitivo pero sedoso, -vamos dime, ¿que crees esperar hallar de mi?, ¿no te advirtieron de jugar con lo desconocido?, ¿no recuerdas las palabras de tu torpe maestro?, dime ¿Qué quieres?- Hugo no era dueño de si, ni de su mente, estaba totalmente paralizado y agarrotado, incapaz de retener sus propios esfínteres.
Y la luz para el se apagó. Los titulares de los periódicos al día siguiente reflejaban una nota extraña: encontrado el cadáver de un varón de entre treinta y cuarenta años, sentado sobre sus propias heces, y un charco de sangre que procedía de su vientre, en las manos del cadáver se hallaron sendos cuchillos de cocina con los que el individuo se apuñalo el vientre y se cercenó la yugular, la sangre del individuo desparramada por la estancia hacia dantesca la escena, presunto suicidio.
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